Hace unos días encontré unas noticias inéditas sobre Noel Corbu. Se trata de unos artículos publicados en la revista Radar con fechas de 7 y 14 de noviembre de 1954 y que nos desvelarán un poco más sobre la personalidad de Noël Corbu. El artículo del día 7 se trataría del segundo artículo (el primero es con fecha de 31 de octubre) que habla sobre la aparición de «platillos volantes» e informan, en el artículo del día 7, de que los lectores de la revista han dado sus ideas sobre este tema y Noël Corbu envía una carta en la que habla de ello. Corbu atribuye la creación de los platillos volantes a dos sabios franceses que idearon una supuesta invención revolucionaria llamada el «Tore astronautique».
Esto es justo 1 año, 2 meses y 5 días antes de la aparación de los artículos de Midi-Libre y La Depeche, lo que indica que Noel Corbu ya estaba interesado en historias extraordinarias antes de explotar la de Saunière.

A simple vista, parecerían solo unas noticias curiosas. Pero si analizamos la forma de expresarse en esta carta bajo el contexto de la personalidad de Corbu, nos encontramos con algo mucho más revelador. En unas pocas líneas utiliza varias falacias lógicas en sus argumentos. La noticia dice así:
«¿Un invento francés?»
Sr. Corbu, Castillo, Rennes-le-Château:
Estoy sorprendido de que este misterio aún no haya sido resuelto, por la simple razón de que no hay ninguno: en efecto, la ley que rige los platillos volantes fue descubierta por un erudito científico francés y por otro sabio, también francés.
Hace ya algunos años, uno de ellos aplicó esta ley para inventar un dispositivo destinado a los viajes espaciales, al que llamó «Tore»; consistía en un anillo con una cúpula central que servía de hábitat, y motores que imprimían al anillo una cierta velocidad de rotación.
El aparato, absolutamente revolucionario, permitía liberarse del peso y de las leyes de la gravedad; podía alcanzar la velocidad fantástica de 108.000 km/h en unos segundos…
De dos cosas, una: o el gobierno francés, mostrando inteligencia, ha tomado la invención bajo su control y la está desarrollando en secreto, lo que explicaría el silencio de las autoridades, o, como es más probable, este sabio no fue tomado en serio, se marchó al extranjero y su invención está siendo perfeccionada fuera de Francia.
No debe ser imposible encontrar su rastro y, a través de él, la potencia que fabrica estos ingenios…».
Analizando la carta con fecha de 7 de noviembre de 1954
Antes de empezar, es interesante recordar a muchos vendehumos que en epistemológia se establece un principio básico: quien hace una afirmación, especialmente una extraordinaria, es quien debe aportar las pruebas para sostenerla. Simplemente no se puede afirmar algo y esperar que los demás lo refuten; al contrario, quien debe demostrar la afirmación es quien la sostiene y no quien duda de ello.
El principio de la carga de la prueba es fundamental porque impide que alguien haga afirmaciones sin respaldo y luego le pida a los demás que demuestren que están equivocados. Sin este principio, sería imposible tener un debate racional, ya que cualquiera podría inventar historias absurdas y dejar que los demás se maten intentando refutarla. Sin evidencia, cualquier afirmación extraordinaria se convierte en simple palabrería.
Ahora sí, vamos analizar el contenido del texto.
La carta se introduce con la referencia «M. CORBU, Château, Rennes-le-Château». Lo que me llama la atención es que indica «Château, Rennes-le-Château». El Sr. Corbu no tenía su residencia en el castillo, sino en los dominios de Saunière después de hacer el trato con Marie Dénarnaud. ¿Por qué se indica «Château»? ¿Fue una simple licencia del editor o una elección de Corbu? Es interesante, asociar su nombre a un château podría darle más autoridad dentro de la narrativa.
«Estoy sorprendido de que este misterio aún no haya sido resuelto, por la simple razón de que no hay ninguno…».
Aquí hay aspectos fundamentales en su forma de expresarse. Implica que él cree tener información clave que los demás han pasado por alto. No solo está afirmando que él tiene la respuesta, sino que le sorprende que otros no hayan seguido su lógica para descubrirlo. En realidad, se posiciona por encima de los demás en conocimiento.
La sorpresa de Corbu de que nadie haya resuelto el misterio es un claro ejemplo de una falacia informal Ad Ignorantiam. Estas falacias pueden aprovecharse del lenguaje ambiguo o de la asunción de premisas implícitas sin demostrar su validez. El razonamiento implícito en su afirmación es:
«Si este misterio existiera, ya habría sido resuelto. Como no ha sido resuelto, es porque no hay misterio en absoluto.»
Pero aquí hay un matiz importante. No está diciendo directamente «el invento del que nos va a hablar es real porque nadie ha demostrado que no lo es», sino más bien «el invento es real porque el misterio no existe.» Simplemente asume, sin ninguna duda y como premisa válida, que lo que nos va a explicar es cierto.
Después de negar el misterio, Corbu introduce su versión de la verdad:
«…en efecto, la ley que rige los platillos volantes fue descubierta por un erudito científico francés y por otro sabio, también francés. Hace ya algunos años, uno de ellos aplicó esta ley para inventar un dispositivo destinado a los viajes espaciales, al que llamó «Tore»; consistía en un anillo con una cúpula central que servía de hábitat, y motores que imprimían al anillo una cierta velocidad de rotación…»
Aquí nos encontramos con una falacia Ad Verecundiam (apelación a la autoridad). La afirmación de Corbu se basa en la supuesta autoridad de «dos sabios franceses», pero no menciona nombres, fuentes ni pruebas concretas, esto es una táctica típica en discursos pseudocientíficos.
«Dos cosas, una: o el gobierno francés, mostrando inteligencia, ha tomado la invención bajo su control y la está desarrollando en secreto, lo que explicaría el silencio de las autoridades, o, como es más probable, este sabio no fue tomado en serio, se marchó al extranjero y su invención está siendo perfeccionada fuera de Francia.»
Aquí encontramos una falacia de Falsa Dicotomía (falso dilema). Corbu reduce las opciones posibles a solo dos y ambas asumen que la invención es real. Excluye otras opciones posibles, por ejemplo, que el invento nunca haya existido, que los cálculos fueran erróneos, que fuera solo un concepto teórico sin desarrollo práctico, etc.
Niega el misterio y se posiciona como el que tiene la respuesta (Ad Ignorantiam + superioridad intelectual).
Introduce una única explicación basada en «sabios franceses» (Ad Verecundiam).
Presenta una dicotomía que impide el escepticismo (Falso dilema).
El resultado es una historia aparentemente con una argumentación sin fisuras para el lector desprevenido, que se ve obligado a aceptar la lógica de Corbu sin cuestionarla.
Después de analizar el contenido de la carta de Corbu, me surgen varias preguntas: ¿de dónde sale esta historia? ¿Leyó esta información en una revista de divulgación seria? ¿Tore?¿Por qué no menciona nombres concretos? ¿Cómo puede estar tan seguro de lo que dice?
Analizando la carta con fecha de 14 de noviembre de 1954
Para dar respuesta a estas preguntas entra en juego el siguiente artículo del 14 de noviembre de 1954, donde se publica una respuesta a su carta y de repente todo se clarifica y empieza a desmontarse. El artículo publicado en la revista Radar nos dice lo siguiente:
La semana pasada, publicamos la carta del Sr. Corbu, de Rennes-le-Château, señalándonos que «la ley que rige los platillos volantes fue descubierta por un ilustre erudito francés y que otro sabio, también francés, había aplicado esta ley para inventar un dispositivo destinado a los viajes espaciales, al que había bautizado «Tore».» Nuestro lector planteaba la hipótesis de que el inventor, «al no haber sido tomado en serio por los centros científicos franceses, habría partido al extranjero».
Pues bien, no es así. Desde entonces, este inventor se ha manifestado. Nos ha escrito:
M. Émile DROUET, Hôtel Saint-Jacques, 5, rue de la Tombe-Issoire, París (14°).
«Solo me queda un ejemplar del «Jeudi-Magazine», que publicó, alrededor de octubre de 1946, la descripción de un artefacto muy similar a un «platillo volante», pero en 1946 aún no se hablaba de «platillos».»
«El aparato descrito en «Jeudi-Magazine», editado por el Sr. Chapelle, 22, rue Bergère, se llamaba «Tore astronautique».»
«Esta invención pasó desapercibida… salvo para los jóvenes lectores de «Jeudi-Magazine», sus padres y… ciertamente los críticos especializados del estilo «Argos de cien ojos», como los que hay en todos los servicios de información del mundo.»
«Mi descripción no contenía la fórmula matemática del aparato, y esto por tres razones de valor desigual:»
- Un periódico infantil podría haber rechazado el artículo por principio.
- Incluso si la fórmula hubiera sido publicada, probablemente no habría sido comprendida por los lectores comunes.
- Corría el riesgo de ser demasiado bien comprendida por personas que no se habrían preocupado en absoluto por retribuir mi trabajo según su verdadero valor científico y utilitario.
«La invención, en sí misma, vale más de un millón. No quería que fuera posible realizarla sin mí.»
«Sin embargo, es posible que ingenieros altamente calificados hayan descubierto la fórmula analizando mi descripción resumida, interpretando la curiosa afirmación de mi texto que decía que el «Tore astronautique» se libraba de la gravedad en el lugar, en vez de ser lanzado como un proyectil, debido al efecto combinado de su doble rotación: la del conjunto y la de los giroscopios alojados en su interior.»
«Incluso sin la fórmula exacta, los científicos, y en particular los astrónomos, pueden verificar fácilmente que, bajo ciertas condiciones, la gravedad puede ser vencida en el mismo lugar, como un astronauta en una trayectoria bastante rápida. En otras palabras, mi «Tore astronautique» era un «platillo volante» antes de que el término existiera.»
«El aparato, liberado de la gravedad en el lugar, estaba destinado a despegar automáticamente, tangencialmente al globo, y en una única dirección obligatoria, hacia el Este, debido a la rotación de la Tierra, con la velocidad del movimiento diurno en la latitud del lugar: en París, 305 m/s; en Marsella, 340 m/s; en el ecuador, 465 m/s.»
«Además, si el despegue se realizaba a medianoche, el aparato también tomaba la tangente a la órbita, con la velocidad del movimiento anual: unos 30 km/s. En total, en el ecuador: 30.465 m/s.»
«Este sistema es, por lo tanto, mucho más rápido que cualquier otro conocido, y la fuerza motriz se toma de la gravitación universal, es decir, es gratuita…»
Hechos cronológicos
Después de leer estas increibles cartas surgen las primeras preguntas, lo primero que hice fue intentar averiguar quién era realmente este tal Émile Drouet. Si alguien había diseñado un invento tan revolucionario, debería haber algún tipo de registro sobre él, algún documento técnico, algún trabajo publicado… algo. Sin embargo, tras revisar múltiples fuentes, lo único que encontré relacionado con el nombre de Drouet ha sido lo siguiente:
– 17 de octubre de 1946 – Jeudi-Magazine. Se publica una viñetas de comic en una revista juvenil con el titulo «Rendez-vous sur Mars dans 51 jours» (Nos vemos en Marte en 51 días), primera referencia al «Tore astronautique». Se ven a dos personajes, un periodista y un profesor llamado Archimbald que le explica al reportero como funciona su ingenio. En una esquina podemos ver una nota cientifica en la que se indica que «el astrónomo Emile Drouet» acaba de crear un invento revolucionario «la Tore».
– 24 de junio de 1947 – Ici Paris Hebdo. Artículo titulado «Terre-Mars en 51 jours» (Tierra-Marte en 51 días) y firmado por Robert Charroux. Este artículo no es que sea llamativo, es que directamente es una chaladura absoluta, no por Charroux, sino por las delirantes afirmaciones de Émile Drouet, que en su mundo particular ya tenía todo resuelto para viajar a Marte con su «Tore astronautique».
Charroux entrevista a Emile Drouet quien le asegura que su ingenio permitiría llegar a Marte en 51 días, con una propulsión basada en la fuerza centrífuga terrestre y un sistema de giroscopios que, según él, rompería las leyes de la física tal y como las conocemos. Hasta aquí, podríamos pensar que es un excéntrico con ideas peculiares, pero es que el nivel de desvarío no termina ahí. Drouet dice que ofrezce este sueño, o mejor dicho, esta realidad por solo dos pequeños céntimos por kilómetro y que la distancia entre la Tierra y Marte varía, pero él establece que 500 millones de kilómetros en la distancia más corta, pero dado que hay que tomar una trayectoria oblicua, hay que contar con el doble (esto de entrada en falso, la distancia mínima de la Tierra a Marte es de unos 54,6 millones de kilómetros. Lo más alejado que el planeta rojo pueden estar del nuestro es unos 401 millones de kilómetros. La distancia media es de unos 225 millones de km.) Pero lo más delirante es que afirmaba que con 2.000 pasajeros recuperaría su inversión. continua diciendo que un cálculo elemental le da el precio total del viaje: ¡10 millones de francos!
Este tal Drouet, además de no tener ni idea de física, tampoco lo tiene en matemáticas ni sabe hacer cálculos básicos de coste. Dice que, como hay que contar doble, la distancia es de 1.000 millones de km y cobraría 2 céntimos por km, si lograra 2.000 pasajeros, en realidad recaudaría 40.000 millones de francos. Una burrada de campeonato.
Y aquí viene el remate: cuando Charroux le pregunta si el viaje de vuelta es opcional, Drouet se sorprende y le responde que «el Tore no puede desviarse del Sol, así que no hay ninguna posibilidad de regresar». Básicamente, su plan era lanzar a la gente al espacio sin billete de vuelta y sin preocuparse demasiado por los detalles científicos de cómo sobrevivir en Marte. Es decir, Drouet no tenía ni idea de lo que implicaba un viaje interplanetario, pero eso no le impedía hablar con una seguridad aplastante. Aquí van algunos de los desvaríos más grandes de esta maravilla tecnológica que es el Tore astronautique, según Drouet:
- Un anillo de 180 metros que gira a 92 km/h… y se lanza al espacio con fuerza centrífuga terrestre. ¿Desde cuándo la fuerza centrífuga terrestre es un sistema de propulsión? Esto es una barbaridad de campeonato. Si eso funcionara, las ruedas de los coches saldrían volando al espacio cada vez que giraran a suficiente velocidad.
- Un sistema de giroscopios «según la ley del proyectil de Flammarion» que rompe con la gravedad. Primera noticia de que Camille Flammarion formuló una ley que permite superar la gravedad con giroscopios….
- El Tore despegaría con 108.000 km/h pero, como la Tierra también se mueve, en realidad no iría más rápido que un dirigible. Básicamente está diciendo que su ingenio ultrarrápido no avanzaría respecto al suelo. O sea, no despegaría. Pero, de alguna forma, al final sí lo hace debido a la fuerza del… ¿abracadabra?.
- El lanzamiento se haría desde un lago ecuatorial porque «el globo está más inflado cuando Marte entra en oposición con el Sol». Esto ya es pura poesía. ¿De qué globo habla?, ¿el terrestre?, ¿inflado por qué?, ¿desde cuando se infla y desinfla la tierra? ¿Qué tiene que ver la oposición de Marte con esto? Pseudociencia en su máximo esplendor.
- No es necesario combustible en el vacío del espacio. Drouet se ha cargado de un plumazo todas las leyes de Newton. Según él, si consigues un empujón inicial, ya sigues para siempre sin esfuerzo. Lo que hace Drouet es usar un concepto real (el movimiento inercial en el vacío) pero lo distorsiona y lo presenta como si eliminara la necesidad de propulsión, lo cual es completamente absurdo. El Tore no puede simplemente recibir un empujón y llegar a Marte sin más. En la realidad, cualquier nave necesita correcciones de trayectoria debido a la atracción gravitatoria de otros cuerpos, y sobre todo, necesita frenar para entrar en órbita marciana o aterrizar. Sin un sistema de propulsión activo, el Tore seguiría su curso indefinidamente, pero eso no significa que llegaría a Marte, que lo hiciera de forma controlada, y mucho menos que amerizaría suavemente en un lago marciano como sugiere Drouet. Su idea de lanzar el Tore y dejar que simplemente siga su curso olvida por completo la mecánica orbital, la necesidad de correcciones de rumbo y la frenada final para no estrellarse contra Marte a toda velocidad.
- Un V2 lanzado fuera de la atmósfera conservaría su velocidad «por siglos». Esto es relativamente cierto pero… en un escenario idealizado, donde el V2 no está sujeto a ninguna fuerza externa. En ese caso, conservaría su velocidad de 1.000 km/h por siglos o incluso indefinidamente. Sin embargo, en la práctica, es poco probable que el V2 no interactúe con ninguna fuerza externa como la radiación solar o la gravedad de otros cuerpos y verse atraido hasta una colisión con el cuerpo celeste.
- 500 personas a bordo, con cines, salas de recreación y piscina. Maravilloso, vamos, un crucero interplanetario. ¿Alguien se ha preguntado cómo llevarían oxígeno, comida y agua durante 51 días en el espacio? Detalles sin importancia.
- Drouet no es un desconocido en la astronáutica, Esnault-Pelterie lo menciona como inventor de primer nivel (R. Charroux). Esnault-Pelterie fue un gran pionero de la astronáutica, pero que lo cite como inventor de primer nivel, es de dudosa veracidad. Ad Verecundiam.
- Los pasajeros no tienen opción de billete de vuelta. El Tore no puede desviarse del Sol, no hay vuelta atrás. Es decir, si compras billete, te vas para siempre. Y lo mejor es que ya hay voluntarios, entre ellos tres azafatas: una bailarina, una barmaid y la sobrina nieta de Mallarmé.
- La bomba atómica amenaza, los rayos de la muerte se están forjando. Es la huida eterna (R. Charroux). Miedo y marketing juntos en su máxima expresión.
El Tore astronautique no era un proyecto espacial, era un delirio absoluto. Drouet básicamente decía que podía lanzar un anillo al espacio sin combustible, mantenerlo en el aire con fuerza centrífuga, y meter 500 personas con piscina incluida en un viaje sin retorno. Si algo queda claro con este artículo es que Drouet no era un visionario ni un pionero de la astronáutica, sino un charlatán de manual con un delirio de grandeza impresionante.
– 20 de noviembre de 1947 Journal des voyages et des aventures de terre et de mer. Drouet es mencionado en un artículo titulado «La Soupière Gyroscopique». Se dice que Drouet prueba su «Soupière gyroscopique» (una versión reducida del Tore astronautique) en un tanque de agua. Se muestra una fotografía del experimento, lo que confirmaría algunas pruebas físicas de su teoría.
– 7 de noviembre de 1954 – Radar publica un artículo donde aparece la carta de Noël Corbu.
– 14 de noviembre de 1954 – Radar publica un artículo donde aparece la carta de Noël Corbu.
Todo lo que hemos visto hasta ahora deja una cosa muy clara: Corbu no es alguien que simplemente repite lo que escucha, sino que adopta esas ideas y las presenta como verdades absolutas, sin cuestionar nada. Su carta del 7 de noviembre de 1954 no es la de alguien que busca abrir un debate, sino la de alguien que está completamente convencido de haber resuelto el «misterio» de los platillos volantes, y lo hace con una confianza aplastante.
Pero luego llega el artículo del 14 de noviembre y todo se desmorona. La «prueba» de la que hablaba Corbu resulta ser un invento sacado de una revista juvenil. Y el supuesto genio detrás de la idea, Émile Drouet, no es más que un charlatán que, sin tener la más mínima idea de física ni de matemáticas, se atreve a prometer viajes a Marte por dos céntimos el kilómetro, sin retorno. El Tore astronautique no era más que una colección de disparates disfrazada de ciencia, y Corbu se la tragó por completo.