Historia de Rennes-le-Château
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Empezamos a tener testimonio de la importancia de esta ciudad en época carolingia. El documento más antiguo que cita a Redae es un poema de Teodulfo, nacido en España (¿Aragón-Zaragoza?) alrededor del año 750-760 y de familia visigoda, que fue un miembro destacado de la Escuela palatina y a quien Carlomagno nombró Obispo de Orleans (798) otorgándole la abadía de Fleury. Ese mismo año fue nombrado «missus dominucus«, algo así como el mensajero real y fue enviado a la Septimania, al sur de Francia. En su poema “Paraenesis ad iudices”, donde narra en verso su viaje, encontramos en el verso 147 que fue con el obispo Leidrad de Lión, desde Narbonne a Carcassonne y de esta ciudad a Redae, otorgando una importancia a esta última como al de las dos primeras ciudades.
Según el estudio realizado por Dom Devic et Dom Vaissette[ref]Dom Devic et Dom Vaissette, H. L., éd. Privât[/ref] la siguiente mención que tenemos constancia no es hasta el año 1002 que aparece como «Castellum Redae«. Posteriormente como «le Château de Rèdes» en el 1067, como «Castrum de Redis» en 1068 y «Castrum Redes» en el 1070, «Redae» en el año 1125; «le Castel de Redas» en 1130; «Redas» en 1152[ref]Cartulario Templario de Douzens[/ref] y como «civitas quae dicitur Redes» en 1179; «Villa de Redis«; «Beata Maria de Reddas» en el 1185; «Beata Maria de Roeddas» en el 1246; «Sancta Maria de Reddis» en el 1255, como «Rezae Vallis dicta de Redde» en el 1307; «Rector de Regnis» o de «Reddis«.[ref]Un peuple gaulois inconnu dans la haute vallée de l’Aude, Raymond Lizop, 1957, Annales du Midi[/ref]
Aunque no existe constancia de ninguna epigrafía o texto antiguo que haga mención, los historiadores dan por valido que este «Pagus Redensis«abarcaría el mismo territorio que en un tiempo antiguo ocupó un «pagus galo-romano», incluso podría ser que la importancia de Redae en época carolingia, como indicaría el poema de Teodulfo, no fuera más que la prolongación de una gran ciudad que vendría incluso de época prerromana. Su magnífica posición defensiva, en lo alto de una colina, en un cruce de valles y de caminos naturales, sería el lugar elegido por varias culturas para emplazar su asentamiento.
Los arqueólogos han destapado varios restos de las antiguas murallas que se atribuyen a construcciones de época visigoda y hasta el siglo XII, la villa de Rennes-le-Château parece ser que siempre estuvo protegida por murallas y algunas torres de defensa y “castillos-fortalezas” a cada extremo de la ciudad.
La primera de estas fortalezas estaba situada al este, con la función de proteger la entrada a la ciudad que se encontraba amurallada. La segunda fortaleza, mucho más grande, estaba situada al oeste para proteger el flanco occidental de la ciudad.
Esta segunda fortaleza, se encontraba en el punto más alto de la aldea y estaba rodeada por cuatro torreones y que incluía en su interior lo que fueron los dominios del abad Saunière, la explanada entre el jardín de Villa Bethania y la actual zona de aparcamiento donde se encuentra la torre de agua, toda la zona de la propia casa de Villa Bethania y los Jardines que se encuentran delante de la Villa y que actualmente es un restaurante. Esta fortaleza también incluía el espacio del cementerio actual cuya vieja capilla condal se convirtió en la iglesia parroquial de Santa María Magdalena.

Se comenta que una red de túneles subterráneos completaba el sistema de defensa y protección del antiguo castillo visigodo que se encontraba en el lugar de los dominios y terrenos adquiridos por Saunière.
Como era costumbre después de lograr la conquista de un castillo asediado, es posible que se recibieran ordenes de desarmar y derribar totalmente la ciudadela, exceptuando siempre de esta destrucción el lugar de culto consagrado, que era la capilla condal situada en zona del ábside de la actual Iglesia. Tras el desmantelamiento, los restos de las fortalezas fueron utilizados como cantera para reconstruir el pueblo y para la construcción del actual castillo, del siglo XIV, que fue restaurado y en gran parte ampliado y que correspondería a la zona de la primera fortaleza de entrada al pueblo.

En el flanco occidental del actual castillo, todavía se conserva una zona donde se observan paredes muy gruesas que parecen ser el único remanente del pueblo y su antigua fortaleza, o al menos, de las fortificaciones medievales de la arcaica Rhedae. Si actualmente toda la zona de la antigua capital visigoda, con sus fortalezas y murallas ha desaparecido casi por completo, para algunos investigadores toda la defensa subterránea formada por túneles se ha mantenido intacta, pero inaccesible.
Bérenger Saunière y la historia de Rennes-le-Château
La historia de Rennes-le-Château cambia por completo tras la llegada en 1885 de un joven párroco de 33 años llamado Bérenger Saunière, quien sin duda es el protagonista principal del misterio que nos incumbe.
Este cura rural protagonizó un escándalo sonado en su época, fue acusado, juzgado por «tráfico de misas» y condenado por el tribunal eclesiástico de Carcassonne a una suspensión «A divinis«, es decir, suspendido de su sacerdocio e impedido de realizar cualquier tipo de servicio o de misión religiosa.
Todo ello se debe a la vida que llevaba el sacerdote y de la que no se escondía en absoluto, suscitando el comentario de sus vecinos sobre su lujosa vida. Prueba de ello son las mejoras que realizó en la iglesia, la casa parroquial o la suntuosa villa Bethania que se construyó tras adquirir los terrenos colindantes. Además de las grandes compras en comida, de beber el mejor vino de Francia o de un exquisito ron importado directamente de Martinica junto a los mejores puros traídos desde la Habana. También vestía con las mejores galas de la moda parisina a su criada Marie Denarnaud, una chica joven que sería la acompañante del cura durante el resto de su vida y que terminó por ser la heredera de todos los bienes del sacerdote.
Hasta aquí la historia parece más o menos normal, otro cura más que se excede de sus poderes eclesiásticos traficando con cantidades ingentes de misas solicitadas a todas las grandes ciudades de Francia que despertando el recelo de sus contemporáneos es denunciado de forma anónima y cae en el ojo del huracán del Obispo de Carcassonne Mgr. Beauséjour que lo condena de por vida a perder sus poderes de sacerdote intentando cortar así toda fuente de ingreso proveniente de la Iglesia o sus feligreses.
El cura nunca aceptó su condena y negó que se hubiera enriquecido en beneficio propio, es decir, no negó la petición de misas a mansalva, si no que todo lo hecho lo hiciera para su lucro personal. Alegó que el dinero lo había recibido de donaciones anónimas, de los visitantes de su iglesia, de la venta de postales, de sellos, de las misas, de ingresos familiares, etc. pero que todo lo había invertido en un beneficio para la comuna y para la propia Diócesis, reparando y ampliando la iglesia y sus jardines, remodelando el cementerio, trayendo la electricidad y el agua a la casa del cura para terminar con la construcción de la magnífica Villa Bethania como casa de retiro para los sacerdotes jubilados de la Diócesis que buscasen un lugar tranquilo y hermoso para terminar sus días.
Según explica durante el proceso el mismo Saunière todo ello iba a ser donado en beneficio de la diócesis y una prueba de ello son los primeros testamentos fechados en 1906, varios años antes del proceso judicial, donde la intención de Bérenger en su testamento y Marie en su testamento es clara, se intercambian sus bienes y donde verdaderamente aparece la voluntad de Saunière que el Obispo de la diócesis de Carcassonne reciba sus bienes en caso de muerte, incluyendo todos los bienes inmuebles.
El tribunal hace oídos sordos a todos los alegatos y buenas intenciones presentadas por Saunière y le solicita hasta cuatro veces, que demuestre mediante documentación todos los gastos e ingresos que ha tenido durante los últimos años y le acusa de nombrar testigos a su favor que no pueden testificar pues… todos están muertos. Bérenger, con un hartazgo monumental sobre el tema, que demuestra en su correspondencia, presenta facturas de unos gastos por todas las mejoras y construcciones que ascienden a 197.000 francos y unos ingresos justificados que ascienden a 36.000 francos. El tribunal le solicitó, sin éxito, que justificara la diferencia existente entre los gastos y los beneficios y ante la imposibilidad de Saunière de presentarlo, el 23 de junio de 1910 le condena a un suspenso A divinis, de solo un mes de duración, con la condición que presente las facturas y la documentación que justifique sus gastos y dejar el tema.
Al final sabemos que no fue así, el cura no presentó ningún otro documento para solucionar su situación y en febrero de 1911, el Tribunal Eclesiástico le sentencia de por vida y publica una nota de prensa en La semana religiosa de Carcassonne del que se hacen eco diversos periódicos, avisando a todo el mundo sobre la nueva situación del cura Bérenger Saunière.
En 1912, terminado el proceso judicial de la Diócesis, en el que resulta culpable, sentenciado y vejado públicamente, Bérenger, que se encuentra inmerso de lleno en el recurso ante el Tribunal de Roma mediante el abogado eclesiástico Eugène Huguet, redacta un testamento final revocando cualquier escrito o testamento anterior y dejando como única heredera de sus todos sus bienes a Marie Denarnaud, incluyendo Villa Bethania. El tribunal de Roma dictó sentencia el 3 de julio de 1915 y ratificó el veredicto dado por el Tribunal de la Diócesis de Carcassonna. Ya no había nada que hacer.
Todo esto se refleja en los testimonios y la documentación presentada ante el proceso judicial. A partir de entonces Saunière se dedica a vivir su vida como sacerdote retirado, haciendo todo el boicot posible a los nuevos párrocos que ocupan su lugar y prestando misas a escondidas para los feligreses fieles, incluida Marie Denarnaud, en la capilla privada de Villa Bethania, todo ello sin dejar de solicitar misas a países extranjeros intentando burlar de nuevo el control de la Diócesis y seguir obteniendo beneficio de ese tráfico de misas por el que fue sentenciado.
En 22 de enero de 1917, Bérenger Saunière muere, fue enterrado en el cementerio de Rennes, en una tumba a perpetuidad. Marie Denarnaud queda a cargo de los dominios y como única heredera de los bienes del cura.
Los años pasan en silencio.
El tesoro de Rennes-le-Château
Marie Denarnaud vivía en Rennes-le-Château, condenada a ser la guardiana de unos dominios que se le hacían imposibles de mantener y por lo que sabemos, ya había realizado alguna intentona fallida para vender los terrenos que se le presentaban imposibles de mantener. Unas cartas intercambiadas con l’abbé Grassaud en 1933, un amigo intimo de Saunière, le anima a vender los dominios e incluso le recomienda algún posible comprador. Mientras tanto el tiempo va pasando y el silencio de estos años es casi absoluto, únicamente tenemos algunas cartas de Marie, como la de la intención de vender los dominios y algún recibo de gastos y poca cosa más.
En este caso, es la literatura de la época quien nos deja información, la primera mención misteriosa que tenemos constancia se la debemos a Jean Girou, quien realizó un libro llamado «L’itenéraire en terre d’Aude«. En este libro, publicado en 1936, encontramos un escueto párrafo que por primera vez empieza a introducir cierto misterio a esta historia:
«A la sortie de Couiza, une route monte vivement à gauche, c’est le chemin de Rennes-le-Château, sur l’arête du plateau, se découpe un décor singulier: des maisons en ruine, un château féodal délabré, surplombent et se confondent avec la falaise calcaire, puis des villas, des tours à véranda, neuves et modernes contrastent étrangement avec ces ruines: c’est la maison d’un curé qui aurait bâti cette demeure somptueuse avec l’argent d’un trésor trouvé, disent les paysans!»
«A la salida de Couiza, un camino sube bruscamente a la izquierda, es el camino de Rennes-le-Chateau, en el borde de la meseta, se recorta un decorado singular: las casas en ruinas, un castillo feudal ruinoso, fusionado con los acantilados de piedra caliza y villas, torres con miradores, lo nuevo y moderno contrasta extrañamente con las ruinas: esta es la casa de un sacerdote que había construido esta suntuosa casa con dinero de un tesoro encontrado , ¡dicen los paisanos!»
Este texto me suscita varias preguntas evidentes, ¿quién o quiénes fueron esos paisanos que informaron a Jean Girou?, o tal vez ¿Marie Denarnaud, ante las preguntas indiscretas de un forastero, no quiso decir la verdad (que tenemos documentada) y pretendió limpiar la memoria de Bérenger, acusado oficialmente de enriquecerse mediante el tráfico de misas por el de enriquecerse mediante el hallazgo de un tesoro?
De nuevo, silencio…
La Belle histoire, empieza el mito
Estamos en 1946, Noel Corbu y su familia acaban de comprar los dominios del abad a Marie Denarnaud, quien ante la imposibilidad de mantenerlos sola necesita venderlos. La familia Corbu acoge a Marie como una más en la familia y conviven con ella hasta su muerte en 1953. Los Corbu explican que Marie Denarnaud les contó la historia del tesoro y que literalmente «caminaban sobre oro» y que antes de morir les explicaría el secreto que hizo rico al sacerdote. Pero esto no sucedió nunca y la pobre Marie cayó inconsciente y durante varios días y permaneció en un coma que le imposibilitó decir cualquier palabra al respecto.
Noel Corbu, atrapado por la historia del tesoro, empezó a realizar su propias indagaciones en el pueblo y entre los papeles del cura, del que acababa de ser heredero tras la muerte de Marie, aparecieron varios documentos que fomentan una posible historia sobre tesoros.
El hallazgo en 1887 de un balaustre con doble fondo en la iglesia que los testimonios cuentan que contenía unos pergaminos. El testimonio de un hallazgo en la iglesia de una posible olla llena de oro. Denuncias al sacerdote por misteriosas remodelaciones no permitidas en el cementerio, la anotación en su diario personal del hallazgo de una tumba el 21 de septiembre de 1891, a partir de esa fecha, facturas de grandes cantidades de dinero en licores, vino y comida, gastos decorativos a todo lujo en Villa Bethania, los diarios del cura mostrando unos ingresos millonarios para la época, cartas entre sacerdotes donde se habla misteriosamente de «secretos», los gastos reales de la contabilidad de las reformas, las acusaciones del tribunal de no justificar sus gastos, el tráfico de misas, etc…
Todo ello superaba con creces las expectativas de Noel Corbu quien mientras tanto y dado que no conseguía obtener el tesoro, había decidido recuperar su inversión por la compra de los dominios montando un Hotel-Restaurante llamado «La Tour«, donde después de las comidas y las cenas deleitaba a sus clientes contando la historia maravillosa de Rennes-le-Chateau, la antigua capital visigoda que serviría a Saunière para realizar el hallazgo de un fabuloso tesoro que le permitió llevar el nivel de vida que llevaba según sus propios diarios y documentos.
Todo esto hasta la llegada de un periodista llamado Albert Salamon…
1956, el cura de los millardos
El 12 de enero de 1956, la aparición de dos artículos de prensa en diferentes periódicos (curiosamente el mismo día) dan el pistoletazo de salida al misterio y destapan la historia de Bérenger Saunière a los lectores de la región de Midi como algo maravilloso y extraordinario. Aunque a su vez la historia nace con contradicciones desde el primer día y lo digo literalmente, veamos cuales son.
El diario «Midi Libre«, publica una noticia con el título «Los tesoros escondidos del Aude» donde el hallazgo se realiza bajo el altar, donde se descubre una losa cubierta de signos latinos y que una vez descifrada llevaron al cura ha encontrar el tesoro de los reyes visigodos, que habría sido recogido por los señores de Rennes, quienes víctimas de la cruzada albigense dejarían en el olvido el secreto del tesoro hasta la llegada de Bérenger, capaz de descifrar la losa y los misteriosos caracteres.
El segundo y más conocido es el del diario «La Depeche du Midi«, que publica una serie de tres artículos bajo el título de «El fabuloso hallazgo del cura de los Millardos de Rennes-le-Château. De un golpe de pico, el cura Saunière descubre en un pilar del altar el tesoro de Blanca de Castilla«. En este artículo el hallazgo se realiza mediante el descubrimiento de unos pergaminos de Blanca de Castilla, redactados en latín y que estaban escondidos en el pilar visigodo de la iglesia.
Como vemos, la historia empieza mal, se habla del hallazgo de un tesoro pero no se tiene claro cómo ni dónde se ha descubierto, si debajo del pilar del altar a través de unos pergaminos en latín o si fue tras el descifrado de una losa con inscripciones crípticas lo que llevó al cura a realizar el hallazgo…
Realmente, artículo de «La Depeche du Midi» está basado en la historia que explicaba Noel Corbu a sus comensales después de terminar la comida y que terminó por grabar con un magnetofón que reproducía en su restaurante. El mismo artículo empieza de esta forma, donde el periodista Albert Salamon, después de degustar un muslo de pollo espera con ansia la historia del cura de los millardos para escribir un artículo sensacionalista que nos ha llevado hasta nuestros días.