Artículo sobre la presunta “caja negra” en la “Caja de pensiones Diocesana” donde se ve implicado Mgr. Billard. Se dan justificaciones y se presenta una lista de sacerdotes que apoyan a su obispo, entre ellos vemos a “Carrière“, uno de los sacerdotes que vio Bérenger Saunière entre el 28 de septiembre y el 2 de octubre de 1891, tal como anota en su diario. También se reconocen nombres los cuales actuan años más tarde en la causa del proceso judicial contra Saunière, como Cantegril o Rodière.
Os dejo la noticia traducida:
La Dépêche ha recibido las protestas que siguen a continuación:
Limoux 25 de septiembre de 1896.
Señor Director,
Si usted quiere tenerme todavía como interlocutor, acepto voluntariamente proporcionarle la información que usted me pide.
“En realidad, los 90.000 francos fueron pagados a la escuela St. Louis?”
Creo que sí. Pero no han sido pagados “en bloque”, como se ha dicho. El señor abbé Pradel ha entregado una buena parte a los proveedores y los trabajadores, ante mis ojos, en mi oficina. He sido encargado, a mi regreso, de pagar directamente a un cierto número de acreedores. Otros han sido solucionados, a intervelos más o menos largos, por el prelado en persona, sea en Carcasona, sea en Limoux. Cuando Sr. Pradel vino para hacer, en San Luis, su pago, él me dijo: “Hoy me arruino monseigneur.”
“¿La suma de 90.000 francos fue ella tomada en su totalidad por monseñor Billard de su patrimonio personal?”
Lo poco que no, salió de una cartera que monseñor había aportado, ampliamente repleta, cuando entró en posesión de su sede episcopal. Uno de los numerosos recursos proporcionados por amistad, las obras diocesanas no dejaron nada, pero nada.
He aquí, señor director, “la Caja Negra”, donde monseñor se quemó las yemas de los dedos por St. Louis y las dos manos por su diócesis. Todo esto lo se desde hace cuatro años, por que monseñor fue llevado, por diversas circunstancias, a hacerme el confidente de sus recursos y sus dones. En cuanto al resto sobre la caja de seguros, no me toca a mi cuidarme, no sé una palabra.
Gracias, señor Director, por la cavida que le da a mis cartas.
Th. HUGONET cura.
Superior de la Escuela St. Louis.
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Carcassonne 21 de septiembre de 1896.
En el número de la Dépêche del 18 de septiembre, usted reproduce una carta de l’abbé Testis y usted sigue la carta con algunas reflexiones. Usted dice, entre otras cosas, después de citar las palabras de Monseñor el Obispo de Carcasona, indicando que él tiene en sus manos las firmas de casi todos los inversores de la caja que se ven obligados a protestar contra estos ataques, “¿Monseigneur no cometería por ventura una petición de principios? Es posible que los sacerdotes del Obispo Billar se sientan obligados a protestar ;. pero ¿no sería más exacto y veraz decir que de lo suyo hacen un deber? Sí o no, los decanos de la diócesis han sido convocados, hace un mes, por el seminario mayor de Carcasona y llamados por el obispo? ¿ No cree monseñor de buena fe que estos sacerdotes eran libres de negarle sus firmas, o encuentra más bien que su protesta carece de poca espontaneidad?”
Este artículito, Sr. Editor, hace creer que los decanos han pasado por encima de sus colegas para obtener sus firmas. Protestamos de la manera más formal, en nuestro nombre y de nuestros sacerdotes y de nuestros decanos contra tal insinuación.
Fuimos convocados al seminario mayor de Carcasona por el Obispo quien tiene el derecho de llamar a consulta algunos de sus sacerdotes, si lo considera oportuno; y tenemos que rendir cuentas y presentar nuestras deliberaciones en persona.
Pero declaramos en alto que en nuestras reuniones municipales, hemos dejado a todos los sacerdotes libre de dar su firma no darla. Un prueba certera de esta libertad es que algunos sacerdotes han creído conveniente no dar su firma y y cada uno de ellos ha podido hacer llegar al Obispo la voz que ellos han querido formular sobre este tema de la “Caja de pensiones Diocesana”.
Esta total libertad puede ser atestiguada por algún sacerdote que conozca probablemente al padre Testis que asistió, sin tener derecho a las reuniones del municipio.
Le rogamos, Sr. Director, si es necesario, requerimos que inserte nuestra protesta en la página de su periódico al publicar sobre las líneas de las quenos referimos.
Reciba, Sr. Director, la expresión de nuestra más alta consideración.
G. Cantegril, Arcipreste y deán de Narbona; J. Arcipreste y deán de Carcasona; P. Guido, sacerdote deán de Trèbes; Babu, sacerdote deán de Fanjeaux; Angles, sacerdote deán de Saint-Hilaire; J. Laval, sacerdote deán de Durban; sacerdote P. Salomón Chalabre; C. Carrière, sacerdote deán de Lagrasse; F. Theron, sacerdote deán de Montreal; B. Gasc, sacerdote deán de Saint-Nazaire, Carcassone; J. Maury sacerdote deán en Sigean; L. Pech, sacerdote deán de Axat; Fournès, sacerdote deán de Couiza; A. Palau, canónigo honorario, sacerdote deán de Montolieu.
incluso firmamos MM.
Cordes, sacerdote deán de Salles-sur-l’Hers; Francès, sacerdote deán de Belpech; Rodière, sacerdote deán de San Papoul; Sigé, arcipreste y deán de Castelnaudary; Roudier, sacerdote deán de Coursan; Lapeyre sacerdote deán de Caunes; Destrem, arcipreste y deán de Limoux; Andrieu, sacerdote deán de Azille; Boscat, sacerdote deán de Lezignan; Ribes, sacerdote deán Quillan; Caunes sacerdote deán de Tuchan; Escarguel, sacerdote deán de Ginestas; Germa, sacerdote deán de Mouthoumet; Cantier, sacerdote deán de Belcaire; Cambon, sacerdote deán de Alaigne; Bourguignon, sacerdote deán de Mas-Cabardès; Michet sacerdote deán de Saissac; Tandou, sacerdote deán de Conques.
Las auténticas firmas de estos señores están en manos de M. Arcipreste Deán de Carcassonne y depositados en la sacristía de la catedral de esa ciudad, donde están a disposición del Sr. Director de la Depeche.
Caisses Noires
La Dépêche a encore reçu les deux protestations qui suivent:
Limoux, 25 septembre 1896.
monsieur le directeur,
Puisque vous voulez bien m’avoir encore pour interlocuteur, j’accepte volontiers de vous fournir les renseignements que vous mo demandez.
“Réellement, les 90,000 francs ont ils été versés pour l’école Saint-Louis ?”
Je le crois. Mais ils n’ont nas été versés “en bloc”, comme on l’a dit. M. l’abbé Pradel en a livré une bonne part aux fournisseurs et aux ouvriers, sous mes yeux, dans mon cabinet. J’ai été chargé, à mon tour, de payer directement un certain nombre de créanciers. Les autres ont été réglés, à intervoiles plus ou moins longs, par le prélat en personne, soit à Carcassonne, soit it Limoux. Lorsque M. Pradel vint faire, à Saint-Louis, son versement, il me dit: “Je ruine aujourd’hui monseigneur.”
“La somme de 90,000 francs a-t-elle été prélevée tout entière par monseigneur Billard sur son patrimoine personnel?”
Le peu qui ne l’a pas été est sorti d’un portefeuille que monseigneur avait apporté, amplement garni, en venant prendre possession de son siège épiscopal. De ces nombreuses ressources fournies par l’amitié, les œuvres diocésaines n’ont rien, laissé, rien.
Voilà, monsieur le directeur, la “Caisse noire” où monseigneur a puisé du bout des doigts pour Saint-Louis, et à pleines mains pour son diocèse. Tout cela, je le sais depuis quatre ans, car monseigneur a été amené, par diverses circonstances, à me faire le confident de ses ressources et de ses dons. Quant au reste du débat sur la caisse de secours, je n’ai pas à m’en occuper, n’en connaissant pas le premier mot.
Merci, monsieur le directeur, de l’hospitalité que vous donnez à mes lettres,
Th. HUGONET, prêtre.
Supérieur de l’Ecole Saint-Louis.
Carcassonne, 21 septembre, 1896.
Dans le numéro de la Dépêche du 18 septembre, vous renroduisez une lettre du prêtre Testis, et vous faite suivre cette lettre de quelques réflexions. Vous dites, entre autres choses, après avoir cité les paroles de Mgr. l’évêque de Carcassonne, déclarant qu’il a en mains les signatures de presque tous les souscripteurs de la caisse qui se sont fait un devoir da protester contre ces attaques : “Monseigneur ne commettrait-il pas d’aventure une pétition de principes? Il est possible que les prêtres de Mgr. Billard se soient fait un devoir de protester; mais, ne serait-il pas plus exact et plis véridique de dire qu’on leur en a fait un devoir? Oui, où non, les doyens du diocèse n’ont-ils pas été convoqués, voilà un mois, au grand séminaire de Carcassonne, et convoqués par l’évêché? Monseigneur pense-t-il de bonne foi que ces prêtres étaient libres de lui refuser leurs signatures, ou ne trouve-t-il pas plutôt que leur protestation manque un peu de spontanéité’?”
Cet entrefilet, monsieur le rédacteur, laisserait croire que les doyens ont pesé sur leurs confrères du canton pour obtenir leurs signatures. Nous protestons de la manière plus formelle en notre nom et au nom des prêtres de nos doyennés contre une pareille insinuation.
Nous avons été convoqués au grand séminaire de Carcassonne par Mgr l’évêque qui a le droit de prendre l’avis d’un certain nombre de ses prêtres, quand il le juge opportun; et nous n’avons à rendre compte a personne de nos délibérations.
Nais nous déclarons hautement que dans nos réunions cantonales, nous avons laissé tous les prêtres libres de donner leur signature on de ne pas la donner. Une preuve certaine de cette liberté, c’est que quelques prêtres ont jugé à propos de ne pas donner leur signature et que chacun a pu faire parvenir à l’evèché les voeux qu’il croyait devoir formuler au sujet de l’administation de la caisse diocésaine.
Cette pleine et entière liberté pourrait être attestée par un prêtre qui connaît probablement le prêtre Testis et qui a assisté, sans en avoir le droit, à une de nos réunions cantonales.
Nous vous prions, monsieur le rédacteur, et, au besoin, nous vous requérons d’insérer notre protestation à la page de votre journal où vous avez publié les lignes dans lesquelles nous sommes visés.
Recevez, monsieur le rédacteur, l’expression de nos sentiments distingués.
G. Cantegril, archiprêtre et doyen de Narbonne ; J. At, archiprêtre et doyen de Carcassonne ; • P. Guido, curé-doyen de Trèbes ; Babou, curé-doyen de Fanjeaux ; Angles, curé-doyen de Saint-Hilaire ; J. Laval, curé-doyen do Durban ; P. Salomon, curé de Chalabre ; C. Carrière, curé-doyen de Lagrasse ; F. Théron, curé-doyen de Montreal ; B. Gasc, curé-doyen de Saint-Nazaire, de Carcassonne ; J. Maury curé-doyen en de Sigean; L. Pech, curé-doyen d’Axat; Fournès, curé-doyen de Couiza ; A. Palau, chanoine honoraire, curé-doyen de Montolieu.
On encore signé MM.
Cordes, curé-doyen de Salles-sur-l’Hers ; Francès, curé-doyen de Belpech; Rodière, curé-doyen de Saint-Papoul; Sigé, archiprêtre et doyen de Castelnaudary ; Roudier, curé-doyen de Coursan; Lapeyre curé-doyen de Caunes; Destrem, archiprêtre et doyen de Limoux; Andrieu, curé-doyen d’Azille ; Boscat, cure-doyen de Lézignan; Ribes, curé-doyen do Quillan; Caunes curé-doyen de Tuchan ; Escarguel, curé-doyen de Ginestas ; Germa, curé-doyen de de Mouthoumet ; Cantier, curé-doyen de Belcaire ; Cambon, curé-doyen d’Alaigne ; Bourguignon, curé-doyen de Mas-Cabardès ; Michet, Curé-doyen de Saissac; Tandou, curé-doyen de Conques.
Les signatures authentiques de ces messieurs sont entre les mains de M. At, archiprêtre-doyen de Carcassonne et déposées à la sacristie de la cathédrale de cette ville, ou elles sont à la disposition de M. le rédacteur de la Dépèche.